domingo, 15 de enero de 2012

Comentario de un cómic: variación III


Un aula pequeña. Apenas cuatro filas de pupitres, algunos de ellos rotos. Al fondo, sillas y mesas viejas y amontonadas. Paredes desnudas y un único ventanal por el que se adivina un gris amanecer brumoso que amenaza nieve. Los alumnos, aún adormilados, van entrando y sentándose lentamente. Se huele el sueño y el cansancio de toda la semana.
Entra el profesor como una exhalación sobrecafeinada: es alto y desgarbado, pelo rizado y gafas redondas con montura fina de metal. Camisa de leñador, camiseta y botas de montaña.


¡Buenos días, chicos! (Lanza la mochila sobre la mesa. Queda peligrosamente al borde. El profesor se queda delante, de pie.) ¿Qué tal estáis? (Algunas respuestas.) ¡Venga, va! ¡Que es viernes! Y además, con esto del festival, sólo tenéis esta clase! (Para un momento y les mira.) Bueno, como os veo sin ganas, voy a ver si consigo despertaros. (Se acerca a la mesa, se apoya sobre ella y coge la mochila. Rebusca.) Ya sé que el resto de profesores llevan toda la semana a vueltas con el coloquio de Azpiri y Forges, pero seguro que no os lo han contado como yo voy a hacerlo. (Saca el libro, lo abre y lo deja sobre la mesa.) En fin, ya sabéis que los filósofos nos dedicamos a buscarle tres pies al gato por deporte. Y he decidido que os voy a explicar lo que he visto en este cómic. (Incapaz de estarse quieto, se levanta de nuevo y se pone a pasearse en la parte de alante de la clase. Lleva la tiza en la mano y juega a lanzarla y cogerla.) Pues resulta que, como uno puede filosofar hasta de cómo atarse los cordones de los zapatos, hay también una rama que se ocupa de la literatura, ¿no? Y de entre todo el grupo que se dedica a ella, hay una serie de rusos. (Casi ha llegado a la puerta. Da media vuelta con tanta energía que casi se cae. Ha dejado la tiza en la mano y gesticula mucho con los brazos.) Y entre ellos, hay un fulano que se llama Todorov. (Esto último lo dice con tanto énfasis que los alumnos casi se asustan.) Total, que este hombre decide que hay cuatro tipos de cuentos fantásticos y que uno de ellos se caracteriza porque... ¿Alguien lo sabe? (Silencio y expectación en los pupitres. Se va acercando a ellos sigilosamente, como si fuera a pegar un salto.) Pues porque uno está tan tranquilo en su parra de realidad cuando, de repente, ¡plas! (Pega el salto y se encarama a un pupitre vacío. El alumno más cercano pega un respingo. El profesor se queda sobre la mesa.) Aparece algo inesperado, algo fantástico y sobrenatural. Y nos pega el mismo susto que se a pegado aquí el pobre P**. (Bajándose, se dirige a P**.) Lo siento, hombre, era para dar un poco de intriga al asunto. (Se dirige a la mesa. Siempre gesticulando mucho y andando de espaldas.) Total que, claro, imaginaos si aparece aquí el genio de Aladino, que por muy majo que sea y por muchos deseos que nos vaya a conceder, pues de primeras no nos fiamos un pelo de él, ¿no? Nos lo planteamos más como una amenaza que como algo positivo. (Llega a la mesa. Vuelve a apoyarse.) Bueno, pues esto pasa, según el Todorov este, porque se trata de un intruso fantástico en un mundo real. Es decir (Vuelve a levantarse de un impulso.), por muy bien que nos vengan los tres deseos del genio, es una amenaza en sentido cognitivo, porque según nuestra manera de ver el mundo, de entenderlo, el genio no pertenece a la misma esfera que nosotros. (Vuelve a pasear. Esta vez en dirección a la ventana. De nuevo, lanza la tiza.) Nosotros pertenecemos al mundo real y el genio al mundo imaginario. (Llega a la ventana. Se queda de espaldas a ella y mira a los alumnos, que ya están totalmente despiertos y le escuchan antentamente.) Entonces, ¿qué es lo que tenemos aquí? (Se yergue de nuevo y se dirige a la mesa. Coge el libro y vuelve a apoyarse delante de ella, con él abierto en la mano.) ¡Pues nada más y nada menos que ese mismo intruso amenazante! ¡Un Drácula de Forges en un mundo de Azpiri! (Lo dice con tanta emoción como si hubiera descubierto América.) ¿Os dais cuenta de lo que eso significa? (Cada vez más emocionado, gesticula tanto que parece que el libro va a salir volando en dirección a la cabeza de algún alumno.) ¡Eso significa que los dos autores, sin saberlo, han representado perfectamente la idea de Todorov! ¡Y de una manera inconsciente! (Con un golpe, deja el libro sobre la mesa. En los pupitres, más respingos.) ¡Son unos genios de la intuición! (Se ha lanzado contra la primera fila de pupitres. Se queda con las manos apoyadas, inclinado sobre los alumnos. Estos, asustados, se echan hacia atrás. Pausa dramática. Se retira en dirección a la mesa, algo más tranquilo.) Porque, vamos a ver, ¿qué es Drácula? (Se vuelve y les mira.) Drácula es un monstruo que viene a Londres a cargarse al personal, ¿no? Es una amenaza real, ¿sí? (Vuelve a empezar a pasearse. Cada vez que se acerca demasiado a los pupitres, los alumnos se echan para atrás disimuladamente, con algo de miedo.) Es decir..., es un ser peligroso no sólo a nivel cognitivo —de la concepción de mundo, digamos—, sino también a nivel físico, ¿verdad? (Llega de nuevo a la puerta. Media vuelta y sigue paseando mientras lanza la tiza.) Entonces, el hecho de que el personaje en sí mismo esté dibujado por una persona diferente que el resto del cómic —es decir, que esté visualmente diferenciado—, es también una especie de refuerzo a esta idea, ¿no? (De nuevo en la ventana, para de lanzar la tiza y se vuelve hacia ellos.) ¿Me seguís? El intruso no es sólo a nivel filosófico, sino a nivel estético, ¿sí? (Regresa a la mesa y se apoya delante. Coge el libro y lo ojea. Levanta la vista.) Mirad esta viñeta. (Pasa el cómic abierto a los alumnos. Estos se arremolinan para verlo.)                                                                                                      
                             

Aquí lo vemos perfectamente. ¿Véis cómo el dibujo de la víctima, la pobre Lucy, no tiene nada que ver con el del Drácula? Ella es a color y muy sensual, con detalles... Mientras que el vampiro es casi un monigote. (Se une al grupo para mirar el dibujo y señalar los detalles.) Incluso, podríamos decir que también a nivel ideológico. (Vuelve a separarse y a pasear, tiza en mano.) Porque, bueno, si conocéis un poco el estilo de Forges, el hombre tiene un humor ácido fino, fino. (De nuevo frente a la mesa, se apoya y se vuelve hacia ellos.) Vamos, que no deja títere con cabeza. (Por fin, se sienta, pero en la mesa.) Y, si leéis el cómic, vais a ver que las mete dobladas: hace unas referencias a la situación económica actual... (Gesticula exageradamente. Parece una marioneta enloquecida que se va a desmembrar. Empieza a contar con los dedos.) Que si los bancos, que si los salarios, que si la crisis... Todo muy sutil, eso sí: a lo mejor son dos palabritas en medio del bocadillo, pero ya con eso te la ha plantado. (Otra vez se levanta. Y pasea.) Y, por supuesto, siempre en clave de humor. Siempre pequeños chistes. (Llega a la ventana. Se apoya de espaldas a ella, mirando a los alumnos.) A mí me encanta. (Pausa ensimismada. Deja un poco de tiempo para que los niños terminen de ver el cómic.) Y, todo eso, dentro de ese mundo de Azpiri. De esa relativa fidelidad al libro, de ese toque onírico fantástico. ¿Conocéis los de Mot? (Se acerca a los alumnos, que le tienden el libro. Lo coge y va hacia la mesa para dejarlo sobre ella.) Son muy divertidos. Os los recomiendo... (Un alumno dice algo. Mira el reloj.) Un minuto nada más. Sólo me queda una cosa. (Mira un papel que tiene sobre la mesa. Seguramente el guión de la clase. Volviéndose a los alumnos.) Vale, sólo es comentaros que, al final, hay una especie de dosier de “tomas falsas” (Hace el signo de las comillas como el Doctor Maligno.), que es donde realmente vemos la intención satírica. Aunque, bueno, más que intención satírica, lo que parece es que estos dos se han juntado para hacer el payaso. (Va metiendo el libro en la mochila. Los alumnos también recogen, pero siguen atentos.) La verdad es que este cómic es una auténtica chorrada. Esto debió de ocurrírseles con un par de cervezas de más entre pecho y espalda, creo yo. (Risas de los alumnos.) Si queréis pasar un buen rato y echar unas risas, yo os diría que os lo leyerais. (Los alumnos casi están de pie.) Bueno, chicos, entonces nos vemos el lunes, ¿no? Disfrutad el festival. Y, sobre todo, (De camino a la puerta, para y hace un gesto como de ánimo.) ya que llevamos toda la semana hablando de este cómic y preparando el coloquio, no seáis ceporros e id al coloquio, anda. Que si el director ve que no os tomáis interés y que esto del festival no funciona, no vuelve a repetirlo. (Ha llegado a la puerta.) Así que, lo dicho, buen festival, buena tarde de viernes y buen finde. ¡Hasta el lunes!  (Sale. Suena la campana de final de la clase.)

1 comentario:

  1. Por cierto, en Expocomic estuvieron Forges (mi autor español favorito) y Azpiri (un ilustrador envidiable) firmando ejemplares de esta obra conjunta.
    Estuve apunto de pillarme el cómic en ese momento para poder tener estampada en él la firma de esos dos grandes artistas

    ResponderEliminar