— Good Lord, how bright and goodly shines the moon!
— The moon! the
sun: it is not moonlight now.
— I say it
is the moon that shines so bright.
— I know it is the sun that shines so bright.
— Now, by my mother's son, and that's myself,
It shall be moon, or star, or what I list,
Or ere I journey to your father's house.
(…)I say it is the moon.
— I know it is the moon.
— I know it is the sun that shines so bright.
— Now, by my mother's son, and that's myself,
It shall be moon, or star, or what I list,
Or ere I journey to your father's house.
(…)I say it is the moon.
— I know it is the moon.
— Nay, then you
lie: it is the blessed sun.
— Then, God be bless'd, it is the blessed sun:
But sun it is not, when you say it is not;
And the moon changes even as your mind.
— Then, God be bless'd, it is the blessed sun:
But sun it is not, when you say it is not;
And the moon changes even as your mind.
Servidora reconoce que es fan de Descartes desde su más
tierna preadolescencia —¿cómo no serlo del precursor de Matrix?—. Sin embargo, ve en su razonamiento un pequeño fallo que,
de hecho no es sino un instinto de supervivencia frente a ese estupendo filtro
de validez de las ideas que constituía la famosa Inquisición. Porque, vamos a
ver: si, efectivamente, Dios es perfecto, ¿cómo diablos ha creado un ser tan
imperfecto como el humano? ¿No sería eso un fallo técnico? Y, como fallo, ¿no
le haría eso imperfecto? Más aún: si el Hombre está hecho a imagen y semejanza
de Dios, ¿no es éste imperfecto por definición?
Todo esto viene a que a una le da rabia el hecho de que, si
crees en lo que dice la Biblia, eres buena gente y creyente y blablablá, pero
si crees en la Matrix, se te considera un pirado de pinza. Y una —que no tiene
muy claro si el Apocalipsis es de
ciencia ficción o de terror, o si el Cantar
de los Cantares es teatro o poesía, o si pueden considerarse los Evangelios como un antecedente del
realismo mágico —por lo visto, que te salga bombo sin la parte divertida es
algo bueno, y que la gente se cure por arte de bibrlibirloque es lo más normal
del mundo—, no puede menos que ejercer su juicio crítico sobre la capacidad de
creencia del Ser Humano en los cuentos chinos. Básicamente, el asunto viene a
confirmar que todo se reduce a cómo te cuentan la historia: si ahora nos dicen
que Fulano el del primero la espichó el otro día y hoy se ha levantado, nos
echamos a reír; si nos amenazan con que si nos portamos mal vendrá un monstruo
con siete cabezas y diez cuernos, con cuerpo de leopardo, pies de oso y boca de
leon, lo que nos preguntamos es de qué laboratorio
de científico loco se ha escapado semejante bicho; y si nos dicen que va a caer
un monzón de cuarenta días, básicamente damos palmas con las orejas porque los
pantanos se van a llenar de una vez por todas, y porque la reconstrucción de
los destrozos probablemente hará bajar los números del paro. Pero claro, eso lo
pensamos ahora que estamos más que hartos de ver esas cosas en cine; y el cine,
como sabemos, es ficción —si no, de cuándo a dónde la Matrix va a permitir que
sus pilas la cuestionen y que pueda producirse un germen de rebelión sin mandar
al agente Smith cagando leches—.
La cuestión, decíamos, es cómo te vendan el pastel: si un
fulano tira de todos los efectos teatrales a mano —véase escenario frontal;
iluminación de colores con las vidrieras o un poco más macabra con las velas;
escenografía centrada en una figura sanguinolienta y tísica de lo más
malrollera— y te habla raro, lo más probable es que la gente flipe tanto que el
pacto de ficción deje de ser de ficción y se convierta directamente en pacto de
creencia. Realmente, lo mismo te da que te vendan una salvación del alma que
una salvación económica, la venida de la Bestia o la de Cthulu, Jesucristo o
Supermán: si el texto es convincente y los recursos escénicos suficientemente
efectistas, te digan lo que te digan, la peña se lo cree. El truco es que en
ningún momento se plantee el mensaje como ficción: lo único que diferencia
al político del escritor es la honestidad de la novela o el cuento; lo único
que diferencia al cura del monologuista es el tema y la intención para con el
público.