miércoles, 22 de febrero de 2012

Al habla Debra Morgan



Aviso a navegantes: El siguiente texto gira en torno a palabras malsonantes que pueden herir su sensibilidad.


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Are you kidding? I can give a fuck with your fuck. Just don’t fuck with my investigation, you fuck.


A Debra Morgan, hermana de Dexter, se la conoce por un rasgo muy claro: es malhablada hasta decir basta. Sin embargo, si nos paramos a escucharla, vemos que su repertorio de improperios se reduce a un abanico de vocabulario más que limitado: fuck y derivados. Que esto sea consecuencia de la dinámica propia a la lengua inglesa basada en la polisemia —esto es, una misma palabra con tropecientos significados— o rasgo propio del personaje, no viene al caso. Lo que sí viene es, precisamente, la problemática que esto plantea en una traducción al español, lengua que se caracteriza por un vocabulario extenso y por la matización que cada palabra aporta al campo semántico al que pertenece.

Dejemos a un lado el hecho de que, en el doblaje de una serie o película, o incluso en el añadido de subtítulos, prima un principio de economía basado en el tiempo y en la coordinación entre una imagen que lleva un ritmo lingüístico determinado, y la superposición de otro ritmo lingüístico que, por lo general, requiere más tiempo. Normalmente, se dice que la traducción de un texto inglés da un texto en español un 20% más extenso, descuadre que, en el caso del doblaje, se presenta en el tiempo —la pronunciación o el diálogo— y no en el espacio —el número de líneas o páginas—. Obviamente, este principio de velocidad subordina a aquel en el que aquí estamos más interesados: el del significado real de la expresión; dicho de otra manera, la traducción correcta en función de su matiz semántico, y no la necesaria en función de la economía temporal, que es la que seguramente oiremos en la serie.

Decíamos, pues, que Debra Morgan tiene un repertorio de tacos tan pobre que se reduce, prácticamente, a una palabra. Sin embargo, a pesar de que prácticamente una de cada cuatro palabras que suelta sea esa, no podemos decir que su discurso sea incoherente o ininteligible; muy al contrario, creo que para los que no somos angloparlantes nativos, hasta nos hace un favor. En cualquier caso, esto plantea un problema a la hora de traducirlo, ya que en español es absolutamente imposible la fidelidad de forma y contenido a un mismo tiempo; es decir, si fuck se ha traducido primeramente por “follar” y, en segundo lugar, por “joder”, no podemos decir que siempre que aparezca la palabra inglesa, la expresión correspondiente en español haga referencia directa a estas dos formas. No nos olvidemos de que, cuando en una serie americana oímos una traducción tipo “jodido idiota” —fucking idiot­—, nos puede sonar natural a fuerza de costumbre, pero nosotros, hablantes nativos de español, jamás utilizaríamos esa expresión: se trata de un anglicismo, una traducción extranjerizante que obedece, las más de las veces, a la priorización de otros factores sobre el lingüístico.

Dejando a un lado algunos usos a los que ya estamos acostumbrados —What the fuck? como “¡Qué coño!”, o Don’t fuck me! como “¡No me jodas!”, e incluso el uso verbal que ya hemos explicado—, veamos algunas de las traducciones posibles en el diálogo de nuestra querida malhablada Morgan. La cita era: “Are you kidding? I can give a fuck with your fuck. Just don’t fuck with my investigation, you fuck.

Según el diccionario, to give a fuck significa “importar un pito, una mierda o un carajo”. Personalmente, yo siempre me quedo con lo de “carajo”, porque, a efectos de agresividad, creo que está en el término medio. En cualquier caso, esta triple opción da lugar, primero, a esa desaparición de la palabra original inglesa y, por supuesto, de su connotación; después, a una posibilidad de elección del término condicionada por factores extralingüísticos, esto es, del contexto de emisión del mensaje —en este caso, la escena concreta de este diálogo, en la que Debra se pelea con su ex, Quinn—. Hablamos aquí de gustos personales, pero también de la relación existente entre hablante y oyente, cariz de la conversación y nivel de agresividad. En este caso, por ejemplo, yo optaría por “me importa una mierda”.

El segundo fuck que aparece responde al uso nominativo de la palabra, es decir como nombre. La traducción más utilizada es la de “polvo”, y creo que en este caso es la más acertada. La frase entera quedaría parecida a esto: “Me importa una mierda tu polvo”. Hemos de decir, para que el lector no se pierda demasiado, que ese polvo es el que Quinn ha echado con una testigo del caso. Entenderán ahora la primera elección de la traducción: el cabreo de Debra se debe tanto a que su ex se haya liado con otra como a que ese polvo les ha jodido la investigación.

En el tercer caso ­—don’t fuck with my investigation— volvemos a ese uso primigenio en el que la traducción mantiene la idea sexual y la vulgaridad de la expresión del inglés, es decir, “joder” en su uso verbal. De hecho, la complicación en la traducción de esta frase proviene más de la estructura gramatical que de la palabra en sí, barajando diferentes opciones como “No me jodas la investigación” o “No jodas mi investigación”. Si nos queremos poner pejigueros, podemos además señalar la diferencia semántica de cada una de las opciones: mientras que en la primera a quien se jode es a la hablante a la hora de realizar la investigación, en la segunda lo que se jode es la investigación misma. Como no soy traductora y esto no lo va a ver ningún público, en este momento nos da un poco igual coger una u otra, así que ahí queda.

Por último, encontramos un you fuck en el que el uso de esta palabra es adjetival. Posibles opciones serían insultos tipo “capullo”, “gilipollas”, “cabrón”, etc., en los que la mayor diferencia que podemos encontrar es, como en el primer caso, el grado de agresividad que se busca. Para ello hay que tener en cuenta la relación de los dos participantes de este acto de habla —en cristiano, los dos personajes de la escena—; es decir, que estaban tan ricamente liados y han roto porque él la ha jodido proponiéndole a ella matrimonio —los hay sin luces, oye—, y que él acaba de liarse con una testigo por puro despecho, poniendo en peligro una investigación tocha; a grosso modo, podemos decir que todavía hay cariño pero también un cabreo del copón. Dicho esto, “capullo” me parece demasiado suave —además de que en inglés mismo hay otros términos con ese mismo nivel de agresividad, pero que Debra Morgan no tiene por qué conocer—, pero “cabrón” me parece excesivo si se dice en serio entre dos personas que parece que todavía se quieren —y no digamos “hijo puta”, que también sería factible—. Personalmente, yo optaría por “gilipollas”, pero, obviamente, ahí entramos en cuestiones de gustos personales y de percepciones subjetivas del significado del término y de su matiz en la escala de gradación de los insultos españoles.

De esta manera, nos quedaría una traducción parecida a ésta: “¿Me estás vacilando? Me importa una mierda tu polvo. Simplemente, no jodas mi investigación, so gilipollas.”. Sea o no una buena traducción —lo dicho: yo no soy traductora; ni ganas— y dejando al margen ciertos detalles que no vienen al caso —lo de “vacilando” y el “so”—, vemos cómo, en español, en ningún caso hemos repetido la palabra. Cierto que se mantiene el registro vulgar y, en tres de los cuatro casos, la connotación sexual, pero, en nuestra lengua, lo más natural es diferenciar los valores semánticos —de significado— por medio de diferentes términos; esto es, frente a la polisemia del término inglés, la riqueza de vocabulario del español. Una polisemia, ésta, que antes proponíamos como inherente al idioma en sí, puesto que el inglés, si se han fijado, tiende a utilizar una misma palabra de cien maneras diferentes; no hay más que ver cómo, en dos simples frases, fuck aparece con valor nominal, adjetival, verbal y de frase hecha.

Por supuesto, esto puede dar pie a considerar el inglés como una lengua primitiva, pobre de vocabulario, frente a la riqueza lingüística del español, pero no debemos olvidar que, por las mismas, se puede considerar el español como una lengua excesivamente barroca, en la que —al igual que en ciertos puestos administrativos— se repiten los contenidos semánticos de manera absurda, desafiando a una de las primeras leyes del lenguaje: la economía. Podríamos decir entonces que la mayor diferencia semántica entre ambas lenguas es su eje de funcionamiento: en el inglés, la polisemia, y en el español, la sinonimia; esto es, en el primer caso, una palabra con muchos significados y, en el segundo, un mismo significado en muchas palabras. Dicho esto, sólo nos quedaría pensar hasta qué punto esta diferencia determina el uso lingüístico de cada idioma, sea en poesía, en chistes, o mismamente a nivel cotidiano. Pero eso es meterse en camisas de once varas y no estamos aquí para eso. Dadas las claves, discurran ustedes.

1 comentario:

  1. Yo pensaba que la riqueza de vocabulario del inglés era vastísima. La frase de Debra Morgan es preciosa.

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